Loreena McKennitt: Entrevista

El paisaje del alma (fragmento)
En diálogo con Gonzalo Márquez Cristo, la cantautora canadiense habló del misterioso universo creativo, de las búsquedas místicas, de la atemporalidad de lo poético y del terrible exilio del alma... El lector latinoamericano podrá conocer por primera vez la máscara y el espejo de una artista que se ha atrevido a iluminar poemas de Shakespeare, Yeats, Tennyson y San Juan de la Cruz, y que ha hecho con los celtas y otras grandes culturas del pasado su comarca interior
Versión al español: Olga Rojas

CP: El misticismo propone una fusión con lo absoluto, que puede ser una divinidad, la naturaleza, el amor, la nada, la muerte... Esa sensación de infinito que persigue el ser, esa búsqueda de la unidad con todas sus connotaciones eróticas, ¿es el alto nacimiento al que no puede escapar el artista esencial?
LM: Creo que ese es el difícil camino recorrido por muchos artistas. Casi en un primer estadio, existe un gran deseo de sintetizar y reunir los elementos de lo desconocido. De cierta manera, hay una sensación de ser parte del continuo más que un observador de él. Y como hemos ampliado durante las últimas décadas la capacidad de comprender muchas cosas antes ignoradas –especialmente con la ayuda de la ciencia y la tecnología– somos al parecer cada vez menos pacientes en la aproximación a lo fundamental, a aquello que es más significativo y luminoso para el ser.
Estamos acostumbrados a satisfacer nuestra necesidad de información cotidianamente con la televisión, los diarios, Internet, etc... Pero el territorio mismo que es tan decisivo para todos los habitantes del planeta y que compartimos colectivamente: el del alma –un término por demás complejo y más profundo de lo que nuestro lenguaje verbal puede explicar– ha sido descuidado y no alcanzamos a entender su paisaje excepcionalmente enorme. Sospechamos aquello que es clave para su realización y bienestar, pero nos sentimos en desacuerdo acerca de cómo navegar ese horizonte, de cómo vivirlo y cuidarlo, olvidando que a través de la unidad podemos trascender nuestras distancias.
CP: Recorriendo la historia es fácil advertir que la música ha sido un vehículo místico. Determinaba los rituales del hombre primitivo, acompañaba a la tragedia en Grecia y en el medioevo su presencia religiosa fue totalizante. ¿Comparte el aforismo de EM Cioran: «Si dios le debe todo a alguien es a Bach?»
LM: Si la música ha sido un vehículo para todas las búsquedas místicas… no lo sé. Pero ciertamente creo que alguna música tiene una capacidad singular de llegar a nuestro ser de formas que podemos asignar a ciertos estados místicos. Sé que ha existido un interés creciente por entender el cerebro y cómo responde a diversos estímulos, incluyendo los sonidos, la música, etc., y ahora es posible atestiguar lo que sucede. La gran pregunta sin duda es «¿por qué?», sin embargo, la interrogación «¿cómo?», es más fácil de comprender desde una posición fisiológica. Pues «¿por qué?», puede ser algo muy preocupante y motivador para explicar los impulsos que avivan el deseo, la búsqueda… y quizá esto es parte del gran experimento humano. ¿Nuestra milenaria preocupación por el «por qué» ha distorsionado o pervertido nuestras capacidades en otros territorios? ¿Es un intento asertivo o errático para encontrar el centro del balance? No es fácil responder.
Con mi música intento por varios senderos encontrar un centro de equilibrio y con eso una posesión de la unidad y la armonía.
CP: «El valor de una obra depende del contacto patético del poeta con su destino», decía Pierre Reverdy. ¿Cree que esa devastadora búsqueda que llevó a tantos creadores a la autodestrucción, es compensada por sus visiones, por sus hallazgos?
LM: Absolutamente posible. La especie humana es tan multifacética, con innumerables aristas en interacción simultánea, que es difícil decir qué cosa –si existe alguna en particular–, desempeña un papel de dominación en el proceso del pensamiento de un individuo. Por supuesto hay generalmente algunos momentos esenciales (y personas) en nuestras vidas que pueden lograr que la «interacción» se desvíe de manera positiva o negativa en una dirección específica. No obstante pienso que las grandes preguntas preocupan a muchos –si no a la mayoría– de la gente, y a veces a tal grado que los consume; son innumerables los casos. Por mi parte, después de ciertos hallazgos me entrego a la fértil noción de que no todo se sabrá, y quizás adopto un acercamiento pragmático que se centra en las cosas que son esperanzadamente dadoras de vida y armonizan con otra vida en este planeta.