Jacobo Borges: Entrevista

He venido a pintar el tiempo (Fragmento)

Uno de los más prestigiosos artistas de venezuela, celebrado por Julio Cortázar y Carlos Fuentes, dilucida en el siguiente reportaje su compromiso con el ser humano y su tiempo, con la liberación de la mirada y con la necesaria recuperación del mito... Común Presencia rinde homenaje en este número a su arte poético y reflexivo, que lo ha llevado a afirmar que: la memoria deberá unirnos, porque el camino a la libertad pasa por las raíces, por nuestras entrañas y por nuestro propio corazón

JB: Como pueden ver he logrado que en mi academia ninguno de estos niñitos me respete, con eso quiero decir que somos amigos –comentó con una profunda felicidad.

Durante la primera hora explicó detalles de ese singular proyecto creativo, relató anécdotas de sus clases, habló de la importancia de descentralizar la imaginación, de lograr que en todas las latitudes y los estratos sociales sea respetado el derecho de soñar. Alrededor, como espectadores silenciosos de nuestra entrevista, algunos pequeños dibujaban en el piso con plumas, otros hacían una escultura recogiendo hojas de las inmediaciones, y dos con sombreros de papel pintaban un enorme telón...

JB: En este lugar la lúdica no tiene fronteras, en una ocasión algunos niños copiaron una de mis obras que se encontraba cerca de la puerta y la reemplazaron, luego me invitaron entre risas y burlas a contemplar el plagio... Fue un momento emocionante. Pregunté quiénes habían sido los autores y les relaté mi experiencia de varios meses como imitador de Rembrandt, haciéndoles entender lo peligrosa que era esa forma de aprender. Luego les pedí que se plagiaran ellos mismos, para que entendieran la diferencia entre verdadera creación y copia..., y para que comprendieran que la primera opción aunque es más difícil es la única significativa.

CP: Sabemos que usa en ocasiones técnicas Zen para enseñar arte...

JB: Acudo a todas las formas de conocimiento interior. Yo creo que la imagen es una ilusión, por eso intento decodificarla para crear una riqueza expresiva. Es importante entender que entre el papel y el lápiz existe un espacio, que siempre empezamos negando el lienzo para terminar aboliendo el pincel, y que sólo al consagrarse ese proceso nace la pintura. El cuadro se separa del objeto cuando logra una invisibilidad, se desprende cuando es revelador, y por este procedimiento se llega al sentido más profundo del arte.

CP: Usted bautizó este lugar como La Montaña, vive aquí reflexionando sobre el entorno y ha sentido la nostalgia del paisaje, incluso en uno de sus libros escribió que Caracas habría sido devorada por su propio caos de no ser por la protección tutelar del Ávila...

JB: Esa gran montaña me ha cautivado, yo la pinto, y sé que el tiempo del Ávila es el mío. El hombre ha querido violarla, destruirla, le ha hecho innumerables dentelladas, cicatrices de carreteras, miradores y hoteles, y todo para satisfacer su ambición y convertirla en algo efímero como nosotros. Yo siento nostalgia de la naturaleza, creo que esos enormes edificios que nos apartan del paisaje son hostiles. Veo a la ciudad como una Babel de automóviles y de electrodomésticos, de televisores y objetos innecesarios que conllevan una avalancha de imágenes inútiles. Este siglo ha impuesto una cultura frágil, de sombras, y para decirlo de alguna manera, así como los reflejos en el agua son borrados por la simple caída de una hoja, Caracas sin la fuerza de su horizonte podría desaparecer; por eso es tan importante recuperar el paisaje y la fuerza de los elementos, forjar una memoria topográfica, geológica, natural... porque las cosas tienen pasado, tiempo, y no podemos desprenderlo de ellas como si se tratara de un pliegue inservible... Eso me ha hecho acogerme a esta Montaña donde siento con mayor intensidad mi gravedad.

CP: Las nubes están dentro de las casas, las olas son rojas, negras; usted no pinta el agua sino su transcurrir... “¿Qué río es éste por el cual corre el Ganges?”, dice el otro Borges...

JB: Si hablamos del tiempo como un fluir entonces Heráclito es inevitable referencia, pero si quiero mostrar sus colores (que involucran el terror o la esperanza), pensé que sólo dándole matices al agua podría expresar esas sensaciones. ¿Quién no ha reflexionado sobre el tiempo como algo que huye entre los dedos? Lo mejor de Bach, para ejemplificar esto, fueron sus improvisaciones, que se desvanecieron cuando murieron quienes las escucharon. ¿Quién no ha sentido que los cronómetros desconocen la profunda esencia del tiempo? ¿Que los relojes nos engañan o esclavizan como en el cuento de Cortázar? O para decirlo en forma más categórica ¿quien no ha sentido que existe un tiempo domesticado y otro más allá donde se encuentra la vida?

CP: Usted ha dicho que la mirada no es un acto individual sino colectivo...

JB: Sí, y está determinada por una cultura. Al observar un segundo de una película de Fellini como Amarcord, sabemos que estamos viendo Italia y además una época determinada, porque el vestuario y los gestos de los actores pueden definir una época. La decoración, el maquillaje y los mismos rictus cambian con el tiempo. Por eso la labor del artista es investirse de una mirada como si se pusiera unos anteojos de colores para contemplar un espacio. Ver Caracas con la mirada romana del neorrealismo italiano, o Colombia con la del impresionismo francés, o París con los ojos de Cleopatra, eso sería una búsqueda enriquecedora. Utilizar las visiones de otros tiempos y de otros meridianos para enriquecer nuestro presente, para poder vaticinar... Es una experiencia muy difícil que podría desorientar a los historiadores, pero que me parece apremiante si no queremos convertirnos en las caricaturas propuestas por el cine norteamericano o por el mediocre melodrama latinoamericano. Yo hablo de liberar la mirada para oponernos a la esclavitud de la sociedad consumista, para no perder nuestra confrontación humana. Debemos desprender de nuestros ojos esa visión coercitiva, superficial, impuesta, y vernos como realmente somos.


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© Gonzalo Márquez Cristo y Amparo Osorio