Jean Baudrillard: Entrevista

La rebelión de los espejos (fragmento)
Gonzalo Márquez Cristo y Amparo Osorio  realizaron la siguiente entrevista para el No. 15 de la revista Común Presencia



Nació en Reims, Francia, en 1929 y falleció en París en 2007. Catalogado como uno de los más agudos sociólogos y filósofos franceses de todos los tiempos. Autor de El espejo de la producción (1972), Las simulaciones (1981), La izquierda divina (1985), América (1986), La transparencia del mal (1989), De la seducción (1990), Las estrategias fatales (1990), Olvidar a Foucault (1994), El crimen perfecto (1995), Pantalla total (1997), El otro por sí mismo (1998), La ilusión y la desilusión estéticas (1998), El intercambio imposible (1999) y La ilusión vital (2002). Fue uno de los fundadores de la revista Utopía y mantuvo una profunda amistad con Roland Barthes. 
Baudrillard plantea en la siguiente entrevista sus obsesiones sobre el gran juego de la seducción, los signos de la pornografía, la mujer-fatal, el onanismo cibernético, el poder, la alteridad y el fin de la historia, con una agresiva y poética lucidez alcanzada a fuerza de reflexionar sobre este planeta habitado por fantasmas.

 Al cruzar la puerta giratoria del Hotel Tequendama de Bogotá recordamos que días antes cuando fuimos a concertar la cita con el pensador Jean Baudrillard, la recepcionista había exclamado incrédula: ¿Filósofo? ¿Todavía existen en la Tierra?, será el último... Ah, ya sé a quién se refieren, al hombre tímido de lentes tan enormes que parece un buzo...
Puntuales hoy para la cita, notamos sorprendidos una bulliciosa multitud y un gran despliegue periodístico. Apresurados camarógrafos y reporteros nos empujaban y era difícil el acceso por las innumerables personas que atropelladamente querían curiosear o hacían fila para pedir autógrafos. Quedamos atribulados. Era imposible creer después del reducido público que había escuchado a este filósofo francés durante su presentación en la Feria Internacional del Libro, que en este momento fuera asediado por los medios de comunicación que en tantas partes del mundo habían soportado sus aguzadas críticas, y más increíble todavía imaginar que uno de los escritores más arriesgados y controvertidos del planeta, propiciara esa inesperada pasión a su paso por Colombia, donde sus libros circulaban casi clandestinamente. Por eso mientras avanzábamos sin ocultar nuestro estupor, nos prometimos que si el centro de ese tumulto era Jean Baudrillard, lo denunciaríamos ante los más febriles de sus admiradores como un farsante.
La semana anterior durante una rueda de prensa con muy poca asistencia lo habíamos escuchado hablando de sus obsesiones, evasivo e inquieto por el viaje que tenía programado a Medellín —donde hablaría de la Globalización—, sosteniendo con hastío un discurso que sabía de memoria, mientras una traductora de voz aguda intentaba infructuosamente condensar sus párrafos inmensos, llenos de signos y descubrimientos. Defraudados entonces por aquella primera experiencia y con varias de nuestras preguntas sin responder, decidimos propiciar una segunda oportunidad para emboscar su mente destellante antes de su regreso a París. 
Revisamos su obra, hicimos minuciosas indagaciones críticas y propusimos la cita que él aceptó con una facilidad casi promiscua. Preparando el encuentro aprendimos sus frases lapidarias, su danza dialéctica y sus más íntimas obsesiones. Celebramos su hondura metafísica y su profundo buceo filosófico, y lo creímos fundador de una reducida secta que proponía arduas revelaciones; por eso pensar que podría ser objeto ahora de un alud periodístico de tal dimensión nos parecía casi vergonzoso, o para ser más exactos, imperdonable. 
Sin embargo —y por suerte— al aproximarnos a donde creíamos que aguardaba el reconocido personaje, entreverada en el tumulto, sentada con las piernas cruzadas y un vestido de color fosforescente, la famosa actriz de turno de las telenovelas nacionales sacudía su rubia cabellera ensortijada haciendo comentarios sobre el clima, vanagloriándose de su nuevo papel melodramático, firmando agendas y sensuales afiches, y liberando oleadas de su agresivo perfume.
Pronto nos alejamos del bullicioso grupo y al encaminarnos hacia la irónica recepcionista vimos en lo más lejano del salón, casi escondido, vestido de gris, a Jean Baudrillard. Lo notamos un poco atemorizado por lo que estaba pasando en el recinto. Nos saludó agradeciendo la puntualidad que lo salvaba de esa escena caótica. Ratificamos la paradoja de la situación mientras escondíamos Las estrategias fatales que llevábamos con el propósito de obtener su dedicatoria, seguros de que terminaríamos haciendo una imitación casi ridícula de los entusiastas fans que ofrecían su taquicardia a la fulgurante diva. Baudrillard dejó oír su risa breve cuando explicamos el acto intempestivo de ocultar el libro.
—Qué ilustrativo observar esa horda de fanáticos cuando usted ha dicho que "la mujer es la profundidad de la superficie y el hombre la superficie de la profundidad..." —le dijimos a quemarropa citando su extraordinaria reflexión.
—Si observamos lo que está pasando aquí a nuestro alrededor no es posible discutirlo... La mujer es apariencia y esa condición derrota la hondura de lo masculino. En el combate de las apariencias el hombre nunca sale bien librado. Y esto es evidente, la mujer no ha sido la dueña del deseo, ha ido más lejos convirtiéndose en el objeto del deseo. El mundo ha sido feminizado, sexualizado bajo la forma femenina. Todos los objetos que se promocionan en la sociedad de consumo hacen alusión a ella, que es invencible en su estrategia superficial, y eso ha sido definitivo durante varios siglos. La bruja, contrario a lo que nos ha dicho Walt Disney, ha sido bella y eficaz.
El torrente de su pensamiento nos raptó de la algarabía y de los destellos de las cámaras fotográficas. La actriz se desplazó hacia un lugar más cómodo del amplio recinto, y su ejército de seguidores nos hizo recordar por un momento al país de Liliput. Intentando abstraer a Baudrillard de su recurrente contemplación continuamos nuestras inquisiciones: 
—Si seducir es morir como realidad para producirse como ilusión, según su postulado, ¿podríamos decir que su pensamiento es neo-romántico?
—Los románticos apostaban por cosas tan inexistentes como necesarias; se habrían escandalizado de lo que hizo Freud con los sueños al convertirlos en un síntoma. La seducción por su parte es arribar al país encantado, transitar por el territorio de la magia. La mujer seductora se inventa, es un espejo donde se refleja el deseo del otro, hace aparecer el rostro y el cuerpo soñado por la histeria masculina.... 
—¿Cuál es el principal vínculo entre seducción y psicoanálisis?
—Fue casi nulo, pero en nuestros días en Francia, quizá por todos mis trabajos al respecto, la seducción ha sido retomada por el psicoanálisis, pero es bueno aclarar que ésta también se le opone y lo desestabiliza, lo ironiza... 
—En uno de sus libros afirma que la seducción no es misteriosa sino enigmática, ¿podría explicarnos la diferencia?
—Parece un juego de palabras pero no es así. El enigma como la seducción es comprensible, siempre oculta algo que al descifrarse corre a su fin. En cambio el misterio como el amor es incomprensible, aunque invente un vasto discurso y encuentre su lugar en el lenguaje nunca lo develaremos. El amor es un monólogo compartido. (...)


(Versión completa en el libro Grandes entrevistas de Común Presencia. Colección Los Conjurados, Bogotá, Colombia, 2010

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© Amparo Osorio y Gonzalo Márquez Cristo