António Ramos Rosa: Entrevista


Estoy vivo y escribo sol (Fragmento)
Entrevista realizada por Gonzalo Márquez Cristo para el No. 12 de la revista Común Presencia. La primera versión de esta entrevista contó con la participación especial de Amparo Osorio



Nació en Faro, Portugal, en 1934. Uno de los más altos poetas de la lengua portuguesa, voz siempre portadora de un clima vívido y de un pensamiento desnudo, radiante y revelador. Ha sido galardonado con numerosos reconocimientos internacionales entre los que sobresalen: Premio Fernando Pessoa (1958), Premio Nacional de Poesía (1971), Premio de la Fundación Hautevillier para el Diálogo de Culturas (1976), Premio PEN Club portugués de Poesía (1980), Premio de la Bienal de Poesía de Lieja (1991), Premio Jean Malrieu, Francia (1992), Premio





Municipal EÇa de Queiroz (1992), y Gran Premio Sophia de Mello (2005). 





Es autor de casi cincuenta títulos de poesía, traducidos a diversos idiomas, entre los que destacan: El grito claro (1958), Viaje a través de una nebulosa (1960), Voz inicial (1961), Sobre el rostro de la tierra (1961), Estoy vivo y escribo sol (1966), Respirar la sombra (1975), Boca incompleta (1977), Círculo abierto (1979), Las marcas del desierto (1980), Cuando lo inexorable (1983), Clareiras (1986), La herida intacta (1991), Polen silencio (1992), Las armas imprecisas (1992), y Figuras solares (1996). 

«Quiero conocer mi desnudez y ser el azul de la presencia.
No soy la destrucción ciega ni la esperanza imposible.
Soy alguien que espera ser abierto por una palabra».

Ocho años después de publicada la entrevista con el gran poeta portugués António Ramos Rosa, estando de visita en Lisboa camino a la hermosa isla de Porto Santo, su hija Maria Filipe nos envió las señas para llegar al albergue de ancianos donde se encontraba recluido este vigía de la palabra en su nacimiento. 
El día elegido y próximos a la hora de la cita, al tomar el tranvía en las inmediaciones del Castillo de San Jorge algo ocurrió, que presagiaría el desarrollo insólito del resto de nuestra jornada matinal. En uno de los giros de este vehículo ancestral que conservan pocas ciudades del mundo, de repente vimos la casa de Mário de Sá-Carneiro, precoz poeta que se suicidara a los veintiséis años bebiendo cinco frascos de estricnina en París. 
 El paradero del tranvía quedaba unas cuadras adelante por lo cual debimos esperar ávidamente a que se detuviese. Tan pronto lo hizo saltamos dispuestos a desandar el trecho recorrido, pero las calles de esta ciudad milenaria que según la leyenda había sido fundada por Ulises al abandonar Troya, nos desorientaron y caminamos durante media hora sin hallar el primer hogar de aquel bohemio escritor amado por Pessoa, y por un momento creímos que ese día podrían sucedernos una serie de postergaciones como las experimentadas por el maravilloso Odiseo de regreso a Ítaca.
Al cabo de media hora y sin éxito en nuestra tentativa, y careciendo del tiempo suficiente para continuar la búsqueda decidimos apresurarnos con el propósito de alcanzar a cumplir la cita pactada con António Ramos pues el itinerario era sinuoso. Debíamos llegar a un paradero a las afueras del centro histórico y allí tomar otro autobús que nos condujera al hermoso barrio donde nos aguardaba el "poeta del sol". 
Primero equivocamos el paradero del enlace pero gracias a una altruista que detectó nuestra angustia abordamos un vehículo más conveniente para recuperar un poco del tiempo perdido. Comenzamos a alejarnos del centro y nos fuimos internando en un bello paisaje donde se veía el puente 25 de Abril colgado sobre los 17 km del imponente río Tajo. Cautivos por la somnolencia del verano, escuchamos de repente un alud de voces que ascendía al autobús, un vocinglerío de un grupo de niños africanos que se empujaban e insultaban con tal violencia que algunos pasajeros sintieron miedo y decidieron apearse. No nos dejamos reducir por aquella infancia insurrecta por el sólo motivo de que descender allí significaba perder la cita para siempre.
El vehículo se adentró por unas avenidas pendientes y luego ingresó en un sector lujoso y florido. En medio de la gritería infantil nos bajamos en la estación indicada y caminamos varias cuadras hasta llegar al albergue donde habita aún António Ramos Rosa a sus 85 años. 
Ahí, en un oscuro corredor, acechados por unos ancianos que preguntaban insistentes sobre nuestro país de origen, esperamos durante media hora su aparición la cual se produciría en una forma que nos dejaría perplejos. El poeta llegó completamente inclinado, oscilante y hablando con hilaridad, y nos invitó a seguir a su habitación. Conversamos de poesía, de amigos comunes como Casimiro de Brito, Sophia de Mello y Eugenio Montejo. Su delirio era dulce y magnífico. Luego, sin transición alguna, comenzó hacer dibujos muy rápidamente en unas hojas que desprendía de una libreta. Los firmaba y añadía siempre una dedicatoria breve y singular con el fin de que los aceptáramos como una ofrenda sagrada; y como ante ese inesperado acto pueril quedamos atónitos, después de un silencio interminable le escuchamos proferir su explicación asombrosa: «Amigos colombianos, viviendo aislado en este lugar aprendí que no existe mejor poeta que la muerte, por lo cual me he convertido en pintor, y como el tiempo me es tan abundante, con la velocidad que todavía me asiste terminaré por dibujar la Vía Láctea». 
A continuación transcribimos su pensamiento solar.

—Al leer Clareiras se puede pensar que la poesía es el deseo suspendido, eternamente presente y en tensión; ¿qué vinculación encuentra entre poesía y deseo?
—René Char formuló de una manera admirable, por maravillosamente justa, la unión indisociable y esencial entre el amor y el deseo. Cito de memoria: El poema es el amor realizado del deseo que permanece como deseo. Esta formulación está en consonancia con un verso de Aragón prodigiosamente simple: L'amour est l'homme inachevé (El amor es el hombre inacabado). 
El sujeto explícito de estas dos formulaciones no es la poesía, pero la poesía no se puede disociar del amor ni del deseo inherente al amor. Si tuviésemos la inconveniencia de formular la relación entre poesía y deseo, me atrevería a decir que toda poesía nace de un deseo o de un impulso tan urgente como el impulso amoroso, pues como Roberto Juarroz afirma, ser es amor. Ahora, el ser de la poesía es el deseo de ser y el ser del deseo, el amor propio, el Ser o lo uno, para recurrir a una concepción de Plotino. Todo se conjuga aquí porque es el Mismo, y si el Mismo es diferente es porque, como dijo Santo Tomás de Aquino, la verdadera unidad, la unidad poética y no exclusivamente racional, es esa afinidad esencial de la diferencia. Es substancial, también, acentuar que el deseo tanto en el amor como en la poesía, si es actual es también verdaderamente vivo, es la propia inmanencia que actualiza la imposibilidad de concretizarse en su consumación carnal o verbal (tratándose de una relación amorosa o de un acto poético). Podríamos también decir que el ser es la virtualidad que germina aún en el acto de ser, en su inmanencia, en la propia actualidad de lo que es, o en otros términos, el ser como deseo de ser en la actualidad del poema.
—¡La poesía os hará libres!, dice el poeta argentino Roberto Juarroz; ¿esta sentencia le parece verdadera y necesaria?
—Yo creo que la poesía es la libertad absoluta de Plotino, la libertad libre de Rimbaud, esa conversión profunda de la realidad en lo Real absoluto de Novalis, y por consiguiente esta afirmación que puede parecer hiperbólica, constata lo que la poesía es en cada poeta, en cada poema, lo que encarna con la libertad inaugural de lo real. La frase exclamativa de Roberto Juarroz se proyecta hacia un futuro y posiblemente para aquellos que no viven exclusivamente al nivel de la realidad. En este último caso, la frase de Juarroz no minimiza la poesía como libertad libre, extiende su ámbito a todos los hombres que viven en la conformidad instituida. Es tal vez demasiado optimista la perspectiva del gran poeta argentino, mas si es así es porque para él también la poesía era esencialmente la posibilidad de transformar la realidad en lo que era su esencia, traicionada, escondida o asfixiada en su libertad inaugural de verdadera vida. 
—Su poesía logra producir una intensa sensación, conducir a un paisaje vivible. ¿Es un viaje a un mundo primigenio, elemental, natural? ¿Es un intento de enseñarnos como el budismo una profunda forma de la respiración?
—Respondo a su pregunta sin reticencias: sí. Su formulación es muy bella y de una sutil delicadeza poética, es adecuada a toda verdadera poesía y, podría decir sin pretensión, que es también justa para mi poesía. Sin embargo yo no pretendo enseñar. Si mi poesía es una respiración, cada poema que escribo no enseña, no explica, no demuestra. Pienso efectivamente que mi poesía, como la de otros poetas modernos, es tanto cósmica como erótica y por eso mismo elemental, natural. Aunque yo no tengo un proyecto definido, verifico que en mi poesía todo progreso es un retorno, un viaje a una tierra incógnita, esencialmente a un país desnudo y desconocido, porque mi trayecto, o el del poema, es circular y es por eso mi viaje. Es también la búsqueda de una anterioridad primordial inherente a toda poesía, o sea la nostalgia de ser el propio movimiento en su actualización inmediata.
—Un antiguo mito dice que Lisboa fue fundada por Homero ¿Hay demasiadas influencias o raíces griegas en su poesía?
—No estoy interesado en saber si Lisboa fue fundada por Homero o por un hombre que se llamaba Homero; tal como alguien dice decisivamente que Shakespeare no existió pero sí un hombre que se llamaba Shakespeare. (Se trata de una anécdota: fue una solución ficticia para un problema real...) Hay mitos que tal vez no sean verdaderos mitos y que sólo pueden interesar a los eruditos. Poco leí de Homero, pero me llegó de la antigüedad mítica en que él vivió esta frase (¿o verso?) aparentemente paradojal o paradojalmente de una lógica imposible: Nada es trágico porque todo es trágico. Esta frase también me ha servido mucho para entender (aunque no los resuelva) los problemas que tengo diariamente, como todos los hombres. Leí también en ediciones inglesas de Penguin a casi todos los trágicos griegos. Nunca olvidaré Medea y Las Bacantes de Eurípides. ¿Qué más podría decir? Me apasiona la civilización griega y su mitología. Es posible que los dioses que a veces evoco en mi poesía sean los griegos, y que diosas latinizadas como Venus o Diana, tan próximas, sean igualmente griegas.



(Versión completa en el libro Grandes entrevistas de Común Presencia. Colección Los Conjurados, Bogotá, Colombia, 2010


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